El orden/caos de la ficción [Comentario de Nuestro pobre individualismo, de Jorge Luis Borges]

Otras inquisiciones (1952) En Obras completas II

597 páginas

Editorial Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

En 1946 Borges escribió un ensayo preocupado por el aumento gradual de la intromisión del Estado en los actos del individuo. El nombre concreto de esa amenaza es el Estado totalitario, y su principal encarnación, en esa época, eran el nazismo y el comunismo. Para criticar al nacionalismo, que sostiene a los Estados totalitarios, Borges defiende un carácter individualista de los argentinos, argumenta que los argentinos son más individuos que ciudadanos, que desconfían de las instituciones porque son abstracciones impersonales, que creen en la amistad como una pasión y en la policía como una mafia, que una confirmación de ese carácter está en el final de El gaucho Martín Fierro, cuando un sargento de la policía rural se rebela contra sus propios soldados porque no va a consentir que se cometa el delito de matar a un valiente (al desertor Martín Fierro). Borges afirma que el Estado es una abstracción impersonal en la que los argentinos han aprendido a no creer, tal vez a causa de su ineficiencia.

En teoría es cierto: el Estado es una ficción de la que los individuos hemos aprendido a desconfiar. En la práctica el problema es complejo: la ausencia de Estado no se traduce necesariamente en mayor libertad para el individuo, la ausencia de Estado crea paraestados, donde uno o varios órdenes remplazan a otro, donde los individuos, en vez de autorregularse armónicamente, crean nuevas ficciones, a veces más dañinas, para solucionar sus enfrentamientos.  Lo que yo pienso es que la idea del individuo no es más personal ni menos abstracta que la idea de lo colectivo. La idea del gaucho como un hombre fuerte acostumbrado a una realidad concreta e inmediata también es una ficción, de la que Bolaño se burla en «El gaucho insufrible». El honor, la valentía, la bravura, esos valores aparentemente característicos de los gauchos, o de los vaqueros, o de los hombres rurales y solitarios del mundo no son menos abstractos ni irreales que la fe en las instituciones. Desconfiando del orden colectivo Borges cree en el orden individual. Ninguno de los dos existe exclusivamente, los dos son una ficción. Pero que algo sea una ficción no significa que sea falso, como enseña Saer en «El concepto de ficción».

La realidad no existe, ese es el problema de la ficción. Existe la materia y la física, existen leyes universales que no podemos evadir, que nos permiten predecir con certeza algunos comportamientos de la materia en el universo, pero esas leyes no pertenecen al mundo de los humanos, al mundo de lo social. El mundo de las personas, nuestra realidad, es la ficción: la imaginación de un orden personal y colectivo que a veces volvemos cierto a fuerza de creer en él. Dentro de ese mundo no existe el caos individual ni la autorregulación armónica, existe un orden dentro de otro, un desorden que se vuelve un nuevo orden, no existe una libertad personal exclusiva que eventualmente no se traduzca en un enfrentamiento con la libertad personal del otro. El capitalismo, esa aparente defensa de la libertad individual, también es una forma de opresión donde el capital es el nuevo dictador.

A pesar de las decepciones, yo creo en la necesidad de la intervención del Estado para equilibrar la tendencia a la desigualdad social, no creo que funcione porque creo en él, pero creo que hay que creer en él para que eventualmente, algunas formas del Estado (esa organización colectiva), funcionen. El mundo de los hombres fuertes y solitarios, de los héroes salvadores frente al Estado (que se vuelven el Estado), en cambio, me parece ingenuo y banal.

El tema da para mucho más, y no es meramente político o económico. El tema es la ficción. Y la realidad es una forma de la ficción, no al contrario. La literatura nos sirve para ver el mundo real, para deconstruirlo, para recrearlo. Subestimamos la realidad, subestimamos la literatura, cuando igualamos abstracción y mentira, cuando creemos que el Estado es mentira porque es abstracto pero la amistad es cierta porque es personal. La amistad es una abstracción, el Estado puede ser algo concreto también, con los dos se puede establecer una relación personal, lo que yo considero más importante no es lo que nos parece más cierto o falso, lo que yo considero importante es la conciencia de que la realidad es una creación personal que tiene efectos colectivos. En el mundo social, nada está definido permanentemente, todo es una creación colectiva en constante movimiento. Y para eso nos sirve la literatura, para explorar la complejidad de la vida en capas que se atraviesan y se superponen y se nos escapan en todo momento, no para evadirnos del mundo, no para encontrar respuestas. No para creer que un hombre armado, frente al mundo como enemigo, es más real que un pacto colectivo para no tener que vivir armados frente al mundo. Es cierto que el totalitarismo, el exceso de Estado, ha producido y produce todavía un terror real. Es cierto que el nacionalismo es una manipulación social. No comento este ensayo para defender una ficción sobre otra, sino para reflexionar sobre la ficción como una forma personal e inevitable de ordenar nuestra realidad (política, social, económica, individual), para pensar la literatura como una forma de ver el mundo, no de falsearlo como algo que no nos toca porque creemos que no lo podemos tocar.  Al final, nuestras ficciones son el orden, el caos y la recreación de nuestra vida.

***

Otra profundización en el tema anterior, que me interesa mucho sobre este ensayo, es el desorden del concepto de crimen y criminal que propone Borges, que incluye una crítica indirecta a la autoridad oficial y a la razón colectiva como un orden verosímil para los europeos, pero inverosímil para los argentinos. Después de citar cómo en El gaucho Martín Fierro un sargento se pone en contra de sus propios soldados para que no cometan el delito de matar un valiente, Borges continúa afirmando que «el mundo, para el europeo, es un cosmos en el que cada cual íntimamente corresponde a la función que ejerce; para el argentino, es un caos», o sea que, según Borges, el europeo siente una correspondencia entre el orden social del mundo y su función dentro de él. Mientras que el argentino desconfía de la autoridad oficial. O sea que para el europeo el mundo está ordenado por una razón colectiva, por un sistema confiable, mientras que para el argentino el mundo está en desorden, y la oficialidad solo es una razón para desconfiar. Dice que el tema de Kipling es la vindicación del orden, mientras que el de Kafka es la angustia de quien carece de un lugar, aunque sea humildísimo, en el orden del universo; de alguna forma, entonces, los dos europeos creen en un orden, tengan o no un lugar dentro de él. Los argentinos, de los que da el ejemplo del Martín Fierro, deben creer entonces en un orden no oficial, un orden personal.

Me interesa esa crítica de la razón oficial, más allá de que los europeos y los argentinos también sean una abstracción curiosa, porque es un resumen de la evolución de la literatura policiaca (la del detective clásico que durante la ficción recupera el orden del mundo) en literatura de crímenes (la de la sociedad sin autoridad legítima donde la definición de crimen y criminal se corroe hasta desaparecer). Me interesa porque es otro ejemplo claro de cómo la ficción, con toda su complejidad, describe la realidad del mundo hasta establecerla. Esa razón, ese mundo con sentido para los europeos, es inverosímil para los latinos porque los últimos, en la mayoría de los casos, no consideran la autoridad oficial como una autoridad legítima, porque esa autoridad no viene de un pacto colectivo y un proceso histórico que los incluya, sino de una imposición desigual mediante la fuerza y el engaño. La resistencia, para un latino, es la desconfianza en el sistema, no tanto porque crea que es una abstracción inverosímil (casi toda definición, en principio, lo es), sino porque no se siente ni se ha sentido incluido nunca dentro de él, y por eso lucha, por recrear una ficción paralela en un mundo que se le parezca, un mundo donde sí tenga un lugar. Y es así como, al final, el principal problema de la realidad es la ficción, y la literatura.


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Comments

Una respuesta a “El orden/caos de la ficción [Comentario de Nuestro pobre individualismo, de Jorge Luis Borges]”

  1. Avatar de (Literatura) en el margen

    He estado echando un ojo a tu web y me gusta mucho, tenemos muchas cosas en común. Me gustaría saber más de ti. Abrazo.

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