Ediciones La Cueva
p. 265
La literatura es un montón de cosas, difícil de agotar en una descripción. Es un ser vivo, cambiante; alimentada de seres vivos, omnívora; nutrida de seres inorgánicos y seres muertos también. Dentro de todo lo que es la literatura, uno como espectador se acerca apenas a algunas formas: lúdicas, experimentales, crípticas, divulgativas, biográficas. Dentro de todo lo que es, la literatura que más me gusta a mí es la que logra con su forma estética darle valor a un significado (colectivo) y de esa forma nos permite conocer algo sobre el mundo, o descubrir un secreto sobre nosotros mismos. Esta antología, la décima del premio de La Cueva, premia sobre todo una literatura personal. Una literatura que se parece al diario o la biografía, pero con la habilidad y la depuración de unas voces narrativas potentes, pulidas y cuidadas. Una literatura que no concentra el significado, sino que fluye para intentar nombrar lo que sucede, lo inmediato, aunque la narración tenga un eje común.
Quiero decir que una cosa es contar una historia de amor y otra es decir algo sobre el amor que parezca una historia. Yo, al leer, busco lo segundo, algo relacionado con la exploración, el estudio y el descubrimiento. Luego, ese ejercicio de leer es otra ficción más, es parte de la literatura, es una selección arbitraria en la que uno siente que es capaz de sacar un pequeño juguete con un corazón real de algo que parece apenas una acumulación de palabras. De esa ficción personal que fue mi lectura menciono tres cuentos. Este circo se abstiene de mostrar al baterista: porque la historia me parece diferente, y la forma le cuadra a la historia; perseguir una pasión y ser parte de un acto de circo son cosas parecidas. Las uvas crecen al mirarse entre sí: porque dentro de esa voz llena de frases estéticas que a veces parecen aisladas de la narración se esconde también un relato profundo y muy bien hilado acerca de vivir la vida desde afuera, de estar dentro y fuera de algo a la vez: como las uvas que maduran mirándose. El día que acompañé a papá: porque me gusta el juego y el misterio, seguir la voz y descubrir lo que esconde, y aquí lo hace muy bien, con esa técnica del microrrelato que se guarda el golpe para la frase la final.
En esta colección quedé de finalista. Con un cuento titulado Accidentes. Para mí, es una narración acerca del miedo y la felicidad, en la que se persigue el evangelio apócrifo de Borges («felices los felices»), pero termina en un abismo.
¿o qué pensas vos?