Libro: Juan Rulfo Obra Reunida
Editorial: Eterna Cadencia
Reimpresión, 2017
334 páginas
El Llano en llamas fue publicado por primera vez en 1953. Este es el catorceavo cuento de ese libro.
En la mayoría de los cuentos del Llano en llamas los personajes no tienen padres, y si los tienen es como si no estuvieran, porque los abandonan a que malvivan solos. En este caso el personaje principal es un padre que carga a su hijo como en un procesión, un hijo que ya no aprecia y que solo lleva a cuestas (casi a cuestas de la propia vida del padre) para cumplir con la memoria de la madre de ese hijo. El hijo en este caso es el desagradecido, ha sido solo un problema para sus padres y se ha convertido en un bandido que ha asesinado incluso a su propio padrino, al que le dio el nombre. El padre, en el diálogo que tiene con el hijo mientras lo carga y lo intenta salvar, le dice que hace todo lo que hace por la memoria de su madre, sin embargo le pregunta constantemente al hijo (porque el padre no puede oír ni ver el cielo con el hijo a cuestas) si oye ladrar los perros. Esa pregunta esconde una esperanza sobre el hijo que solo se revela (con frustración) al finalizar la historia: la esperanza de que el hijo sea su oídos y sus ojos, al menos por un instante, al menos para salvarse a sí mismo, pero el hijo no lo logra; al final, otra vez en Rulfo, nadie parece salvarse. Este cuento habla de la soledad de un padre, y de la desesperanza.
Qué raro, Rulfo tiende a hablar del abandono, pero aquí se centra en una forma trágica de lo contrario: el amparo como una cruz.
La estrategia de esta narración está divida en tres partes principales: 1. inicio de la historia en la mitad del viaje, 2. revelación del conflicto (la carga del hijo), 3. llegada del viaje y desesperanza final. La estrategia entonces es la del viaje, sin embargo Rulfo le da un giro y la convierte en una peregrinación (un viaje de profundo significado religioso). Se puede señalar un motivo religioso en la analogía del padre que carga al hijo casi entregando su propia vida para salvarlo, como hace Jesús cuando lleva la cruz. Sin embargo, a diferencia de Talpa u otros cuentos de Rulfo, aquí no hay indicaciones directas de contexto religioso, es solo el sacrificio y su justificación lo que se le parecen.
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