Comentario acerca de El silencio de Bernarda, cuento de Libro del tedio, de José Ardila

Editorial Angosta, enero de 2019, segunda edición.

195 páginas.

Siento que no entiendo qué me quiere decir esta historia. Me parece un camino claro que no me lleva a ningún sitio al final. Pienso que al llegar al cierre está todo tan despejado que no soy capaz de ver nada. La primera historia es la de una mamá y dos hijos en una casa. La mamá, enferma o no, parece inventarse dolores y quejarse de ellos interminablemente y eso perturba permanentemente la vida de la hija mayor, primero, y la del otro hijo, después. Casi al final, después de que las quejas de la mamá se convierten en silencio y eso trastorna aún  más la vida de los hijos, hay un giro a lo fantástico que también produce un vuelco inexplicable en la vida, ya casi muerte, de los habitantes de esa casa.

Que las quejas aparentemente inventadas de Bernarda (la mamá) produzcan una turbación profunda en la vida de esa casa es entendible, pero que el silencio produzca una turbación mayor es confuso.  El silencio de la mamá revela una sensación de dependencia al dolor en los hijos, y nadie parece darse cuenta, hasta el final. Los tres habitantes de esa casa, en últimas, son dependientes de un dolor más imaginario que real, se quejan todo el tiempo de él, pero cuando cesa, les parece aún más insoportable, y sienten la necesidad de reemplazarlo por algo peor o igual.

Esa dependencia al dolor imaginario se presenta en tres niveles. Primero es el de la mamá y sus quejas físicas, luego, cuando el silencio aparece, es el de la hija y sus quejas sicológicas, luego, cuando aparecen los gusanos, es el del hijo que sigue viviendo (¿con un cuerpo en descomposición?) hasta que por fin decide mudarse; y la hija, que ya no habla con su hermano, descubre lo tonta que ha sido, tiempo después, al girar la llave de la puerta de «su casa, la nueva, la verdadera».

El estilo es claro y sencillo al menos en la estructura de las frases, que ahora tienen pocos adjetivos, menos palabras poco comunes y menos frases subordinadas. La estrategia narrativa parece simple, pero a la vez, cuando llego al final, la siento hermética, siento que no la entiendo, y siento también que se vuelve inverosímil.

El motivo por el que pienso que el tema es el de esos dolores o miedos imaginarios es porque alguna vez yo los he sentido así. He sentido que el presente tonto e inmediato me abruma y me paraliza, y he sentido también que una vez cesan los motivos para tener miedo mi cabeza y mi cuerpo los sigue sintiendo, y los reproduce continuamente, y de esa forma el presente inmediato de los miedos y dolores inventados me hacen difícil vivir mi propia vida, que también me imagino. Lo sentí alguna vez así con el miedo infantil e inexplicable a los perros, luego con el de la timidez o el temor a la gente, luego con la familia y la desconfianza y el temor a que el techo o el suelo que piso se me derrumben encima, o debajo, en cualquier momento.


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Comments

2 respuestas a “Comentario acerca de El silencio de Bernarda, cuento de Libro del tedio, de José Ardila”

  1. Avatar de Natalia Castro

    Hola Pipe, eso que dices al final de que «una vez cesan los motivos para tener miedo mi cabeza y mi cuerpo los sigue sintiendo, y los reproduce continuamente» es lo que yo creo que explica el hecho de que el silencio les haya parecido peor, yo me imagino a la vieja muerta y a Nidia pensando «se está haciendo la muerta porque sabe que con los gemidos no le hicimos caso, esto es para que corramos a verla». A mí me ha pasado eso en la vida, que sobre-interpreto cosas y luego resulta que simplemente tenía que ir a mirar y habría visto a la vieja muerta, y la culpa y todo lo que voy a sentir porque no actué rápido y el cuerpo se descompuso y todo pues no los habría sentido. Eso creo que es de lo que Nidia huye al final, cuando se da cuenta de los gusanos y huye y huye y huye aunque sea a una vida igual o peor, escapa de esa culpa que se niega a sentir. Y cuando ve la luz en la ventana, creo que lo que sigue y que no está escrito es el descanso, es JA YO TENÍA RAZÓN LA VIEJA NUNCA ESTUVO MUERTA PERO ES TAN DESGRACIADA QUE TENÍA QUE PONER ESTE SUFRIMIENTO EN NOSOTROS y lo creo que eso quiere mostrar es que tal vez la vieja no es tan desgraciada, es que nunca le pusieron atención de verdad y ellos merecían ese sufrimiento que les causó la culpa. No creo que sea un cuento con moraleja pues («ponle cuidado a tus papás, tal vez están diciendo la verdad aunque exageren y exageren y exageren») sino que usa esas formas narrativas bacanísimas exageradas y extremas para decir cosas sencillas, para mostrar situaciones en las que podríamos caer por ser tan fieles a sentimientos todos banales que tenemos a veces.

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    1. Avatar de Natalia Castro

      Obvio también está lo de que al final el encenderse de esa luz sea un juego de la cabeza de Nidia (aunque uno tiende a creer que las 3ras personas están diciendo la verdad y nada más que la verdad) y en ese caso también muy bacano porque sigue jugando esa negación, niego tanto que la vieja sí se murió y la dejé morir que hasta viendo un gallinazo romper la ventana me imagino que ahí no hay un cadáver y que la vieja siempre estuvo viva.

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