Comentario acerca de El gaucho insufrible, cuento de El gaucho insufrible, de Roberto Bolaño.

Libro: Cuentos completos

Editorial Alfaguara

647 páginas

Primera impresión en Colombia: 2018

Existe una literatura de gauchos de la que leí al menos dos textos y después olvidé sin querer. Leí El Sur (1962) de Jorge Luis Borges, y El gaucho Martín Fierro (1872) de José Hernández. Los gauchos son los vaqueros argentinos, pero representan otra cosa. En ellos estuvo alguna vez el símbolo, para los intelectuales, de los verdaderos valores de la patria. Pero la palabra verdadero casi siempre es falsa. Y la sola palabra patria ya es algo anacrónico. Martín Fierro, por ejemplo, es un personaje de gaucho trabajador, al que la injusticia social y el contexto histórico lo terminan transformando en un hombre que actúa por fuera de la legalidad, pero quizá una moral más justa. Pero Martín Fierro ya no existe sino en la ficción.

El personaje principal de El gaucho insufrible, Manuel Pereda, no es un gaucho. Es un hombre que ha vivido todo su tiempo en Buenos Aires siendo lo que pocos en sus circunstancias son: un abogado justo y un juez honesto. El corralito argentino, en diciembre de 2001, y la partida de su hijo, obliga a Pereda a irse una pampa habitada por gauchos que no existen sino en la literatura de hace sesenta años hacia atrás. Ese choque entre lo que se tiene idealizado y lo que en realidad sucede es el centro de este cuento durante todo su desarrollo. Es una burla no solo a esa literatura gauchesca y a la idealización de esas figuras ya inexistentes sino también una burla al papel de los intelectuales en ese contexto y su transformación de figuras públicas con consciencia social a algo que se parece más a un grupo de «empleados de una empresa de publicidad». Es una crítica a toda esa (esta) sociedad mercantilizada que engrandece figuras sin sustancia y ni siquiera se quiere dar cuenta de eso.

El cuento está lleno de humor de principio a fin, y eso le da forma al estilo, esa prosa burlona y paródica de la realidad. Cada cierto tiempo, también, la historia presenta unas imágenes y unas escenas capaces no solo de hacer reír de verdad sino de resumir lo ridículo del  escenario, no solo de los personajes sino de nuestra situación de latinoamericanos, interesados además en la literatura. Uno de esos símbolos es el remplazo de reses grandes por conejitos salvajes, o la frase del hijo de Pereda cuando afirma que con la publicación en España ya es conocido en toda Latinoamérica, o el regreso de Manuel Pereda a Buenos Aires vestido mitad de gaucho y mitad de trampero de conejos, y el remate, sobre todo el remate de la historia de Manuel Pereda peleando a cuchillo (como un personaje de ficción) contra un supuesto escritor joven cegado de cocaína.

«Yo creo, les dijo, que estamos perdiendo la memoria. En buena hora, por lo demás. Los gauchos por primera vez lo miraron como si entendieran el alcance de sus palabras mejor que él».


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