Todavía siento que no voy a volver a salir de este laberinto de tiempo. Me acabo de releer «El jardín de los senderos que se bifurcan», lo tengo en una versión de Obras completas de Borges. El cuento está en el tomo I, es un libro muy gordo, lleno de cuentos, ensayos y poemas. De tanto darle pata con los ojos y las manos ya lo tengo desgastado. Es rojo con gris, tiene en letras blancas de molde el nombre completo: Jorge Luis Borges. Sus puntas son ahora redondeadas, el papel ya es amarillo oscuro casi negro. Hoy no huele casi a hojas. La editorial es Planeta, el año de publicación 2007. Tal vez entiendo que el autor no haya escrito novelas, cada frase suya escrita en cualquier forma, cualquier género, ya es un acertijo, un tigre, un espejo, pero sobre todo un laberinto. Yo estoy atrampado en una de las variaciones de sus trucos.
En el cuento Borges se le adelanta a la Física —¿sin saberlo?— al crear la teoría de los mundos paralelos y expresarlo sin fórmulas exactas, en una ficción. La narración, que según el protagonista, debe ser circular para ser infinita, tiene en el principio y el fin dos posibilidades contradictorias: un ataque que sucedió y un ataque que no pudo suceder. Narra los dos sucesos como si en efecto hubieran sucedido. También la muerte y la salvación del protagonista, la amistad y enemistad simultánea con uno de sus personajes. Lo más iluminado del texto, el laberinto, es lo más oscuro: en el centro del relato está la historia de Ts’ui Pên y su bisnieto. Esta parte del relato es la explicación de la historia: la creación por parte de Ts’ui Pên de un laberinto de tiempo y un libro, fundidos en el mismo objeto. El libro se abre a todas las alternativas simultáneas, y con frecuencia contradictorias, de un suceso, lo mismo sucede en la parte más amplia del texto.
¿Quién fue el que dijo que la mejor literatura es la que nos trae noticias recientes sobre nosotros mismos? Ya no recuerdo, pero comparto el contenido de esa frase. Cuando releo a Borges en algún momento me encuentro con ese yo que somos todos. Y no sé cómo hace el autor para contarme cosas mías que yo no sabía que ya sabía hace mucho tiempo como si fueran cosas muy íntimas de él y de sus personajes. En este cuento por ejemplo él me habla de esos yos míos que ya no fueron pero quizá son, solo que yo ya no puedo vivirlos. Ustedes también tienen esos yos, esos qué hubiera pasado si hago esto y no esto, si yo fuera otro y la historia fuera diferente pero conmigo adentro. El problema es que al final, al principio, ese es el acertijo. Todavía siento que no voy a volver a salir de este laberinto de tiempo.
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