Acoger a una niña pobre durante un mes como quien decide ir a tirarse en la playa a tomar el sol. Ese es el cuento aquí. La narradora es rica y famosa, hospeda a una niña como quien va al supermercado; se encariña con ella, pero no realmente, no lo suficiente para mantener contacto, para preocuparse por darle lo que le falta a mediano o largo plazo, ni siquiera a corto, si lo miramos bien. La narradora sabe de otras personas del mundo del espectáculo que necesitan aparentar actos de caridad para impulsar su carrera, pero ella dice que ella no, que la labor que ella hace con esa niña es privada, secreta; sin embargo, los lectores lo sabemos fácil, su labor tampoco tiene que ver con el altruismo, ni con el compromiso, es apenas una elección, una forma de perder el tiempo, como competir en regatas, broncearse, o salir de compras, es, quizá, algo peor que la explotación, es algo que se hace por diversión; y el cuento no señala solo a la narradora que arrienda a la niña, también a la ONG que le sirve de intermediaria comercial, que tiene un catálogo amplio de niñas y actos de caridad, y también a los otros personajes del mundo del espectáculo, y también a Gorka, la pareja de la narradora, y también al sistema, a fin de cuentas, que siempre ha sido capaz de integrar la miseria al mundo del espectáculo, como una forma de recreación.
**Al cuento póstumo le falta desarrollo, parece un esbozo todavía, demasiado plano y directo para las capas de realidad y complejidad a la que nos tiene acostumbrada la literatura de Bolaño.
[1] Cuentos Completos (2018, Cuentos Póstumos: El secreto del mal, 1998-2003). Editorial Alfaguara. 647 páginas

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