Ilustración: Paula Carrillo A.
El escenario de un pueblo de ratones humanizados que vive en una comunidad aparentemente utópica nos hace pensar en una fábula infantil, pero ni «Josefina la cantora», de Kafka, ni «El policía de las ratas», de Bolaño, son cuentos de niños ni fáciles de interpretar. La moraleja, si la tienen, es difusa, sus temas son diversos también. Lo más claro de lo que nos hablan es de lo colectivo y lo individual. En el pueblo de Kafka el individuo es Josefina, una cantante que nadie entiende pero que reúne al pueblo alrededor de su canto o su chillido. El pueblo la escucha en una actitud condescendiente, aún en contra de los perjuicios que les trae. Y el narrador, que es un ciudadano del pueblo más, intenta entenderla, intenta explicar ese comportamiento extraño de ella y del pueblo con ella. El pueblo de los ratones creado por Kafka es práctico y colectivo, se encargan, en grupos, de trabajar constantemente en labores concretas y materiales que deben beneficiar a todos. Por eso nadie entiende a Josefina, ni siquiera saben si sabe cantar, pero por esa comunidad colectiva que son la rodean también, creen que es por eso, no saben si su canto tiene un efecto o una función real. Josefina asume que sí tiene una función, se considera a sí misma una elegida y una salvadora de su pueblo, se toma con una seriedad fuera de dudas su labor de cantar, que nadie (repito) es capaz de reconocer. Ni siquiera parece que a Josefina le importe tanto la música como la necesidad de ser reconocida por los demás, la necesidad de diferenciarse. Ahí está lo colectivo y lo individual: una sociedad comunitaria y armónica con necesidades pragmáticas y funcionales frente a un individuo que es parte de la sociedad pero con prioridades individuales (egoístas) y dedicado a funciones estéticas que nadie sabe entender, reconocer ni usar.
El pueblo de los ratones creado por Bolaño es el mismo de Josefina, pero años después. El narrador es Pepe el Tira, una rata sobrina de Josefina la Cantora que decide hacerse policía sin saber muy bien por qué, tal vez por saberme distinto a los demás y por lo tanto buscar un oficio solitario, como afirma él. La pregunta de Bolaño, en este cuento, es: hacia dónde lleva ese mismo espíritu individual dentro de una comunidad colectiva cuando el personaje no se dedica a la estética sino a la investigación policiaca. La respuesta es: al descubrimiento de la corrupción. A la revelación de que ese aparente espíritu colectivo de su comunidad es una ficción que todos intentan aceptar sin cuestionar, pero que esconde la naturaleza individual de unos sujetos capaces incluso (porque en su comunidad es el mayor tabú) de matar a otras ratas por placer, capaces de traspasar y saborear esa frontera prohibida de la muerte y el asesinato, solo por curiosidad. Ese es el descubrimiento de Pepe, que la aparente colectividad sólida en la que vive es apenas una invención para el bienestar social, pero que oculta unos impulsos individuales de los sujetos que la integran que van en contra de la comunidad, y esos impulsos individuales son la semilla del fracaso social, y no se pueden evitar; la solución, para Pepe, que reconoce ese impulso individual incluso en él mismo como sobrino de Josefina la Cantora y como un investigador solitario, es ser consciente de esa nueva realidad, y saber moverse en la oscuridad.
En Las semillas del tiempo, de Fredric Jameson, y en ¡Bienvenidos a tiempos interesantes!, de Slavoj Žižek, hay referencias al cuento de «Josefina la Cantora» como el planteamiento de una comunidad perfecta, donde Josefina es el mito que los une a todos, aunque no entiendan los vínculos que los unen. Pero ese desarrollo de lo colectivo y lo individual dentro de una sociedad, en un código de fábula, abarca más capas de las que a simple vista se pueden ver.
La primera apunta a lo político, el problema del funcionamiento de una sociedad colectiva armónica cuando esta está compuesta por sujetos con impulsos individuales. Este tema se explora también en 1984, de George Orwell, y es más claro en las discusiones entre Winston Smith y O’Brien, donde el primero es la representación de los impulsos individuales como una necesidad de satisfacción personal y placer, y el segundo es la representación de una distopía totalitaria en la que lo colectivo siempre está por encima de la individual, inclusive intentado suprimir la conciencia individual a cambio de una conciencia exclusivamente colectiva.
La segunda, dentro de lo político, pero ahora más personal, es el problema del caudillo, de la figura carismática que reúne a una colectividad incluso en contra de sí misma, por una ambición egoísta o narcisista que se plantea como una salvación social, pero donde nadie sabe si esa función de unir al pueblo es útil para el pueblo o no. Josefina, también, podría ser una representación de Hitler, de Stalin, o de la monarquía, por ejemplo.
La tercera capa puede ser la representación estética: cuál es el valor del artista dentro de una sociedad colectiva y pragmática, y cuál es el papel de los impulsos individuales dentro de una sociedad radicalmente colectiva, qué se hace, en una sociedad así, con lo que parece inútil para el bienestar social: para el narrador de Kafka la solución es que ese individuo eventualmente se una a la masa, y se pierda jubilosa entre la innumerable multitud de nuestro pueblo [y así] entrará, como todos sus hermanos, en la exaltada liberación del olvido. Para Pepe el Tira, en cambio, como ya se dijo antes, la solución es el reconocimiento de esa contrariedad, y aprender a moverse en la oscuridad, entre lo colectivo y lo individual, como una rata vieja, o una rata marginal. En un cuento titulado «Scarpetti», de Sergio de la Pava, publicado en Puñalada trapera II, existe también esa exploración de lo pragmático cuando se vuelve estético, de qué pasa en una comunidad que tiende al orden y a la funcionalidad material (en este caso unos juzgados) cuando uno de sus integrantes comienza a realizar una acción rutinaria de una forma especial, que logra trascender el pragmatismo y se vuelve estética, particular: ¿qué sucede en esa comunidad?, ¿qué representa lo estético ahí?, ¿para qué sirve?, ¿es explicable?, ¿se puede sostener?
Una posible cuarta capa es la autobiográfica. La posible representación de Kafka en Josefina como el artista incomprendido. Y la de Bolaño en Pepe el Tira como el detective solitario, el que reconoce la utopía de la justicia poética, y de todos modos decide seguir viviendo en un mundo más oscuro que en el que creía vivir.
He leído estos cuentos varias veces a lo largo de los años. El de Bolaño por una fascinación que no sabía explicar bien, el de Kafka para entender mejor el de Bolaño. Entre más los leo más les encuentro capas de profundidad. Son cuentos que con una forma aparentemente infantil logran abrir varios huecos en la realidad, en la colectiva (la de los idealismos utópicos), y en la individual (la de los impulsos personales que pueden chocar con los demás). Pensar cómo la oscuridad se esconde en algo que se ve como si fuera luz, y cómo la luz puede ser una forma de oscuridad, es una excelente metáfora para hablar de la corrupción en un mundo aparentemente ideal. Ver cómo la supuestamente inofensiva y placentera acción de cantar que realiza Josefina esconde un germen de corrupción y de vanidad destructiva para todos es tan interesante como el descubrimiento que realiza Pepe el Tira sobre sí mismo y sobre ese mundo que se cree ordenado y plenamente solidario, en el que cree vivir, y que tal vez, como dice Pepe, demuestra que ya es demasiado tarde para todo, pensé. Y también pensé: ¿En qué momento se hizo demasiado tarde? ¿En la época de mi tía Josefina? ¿Cien años antes? ¿Mil años antes? ¿No estábamos, acaso, condenados desde el principio de nuestra especie?
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Una de esas capas ahora descubiertas de ese cuento de Bolaño, tal vez la más profunda y reveladora, se la debo a la mejor lectora que he conocido, Natalia Castro, que me señaló cómo esa relación entre lo individual y lo colectivo es transformada por el deseo, el deseo individual (principalmente), que va agrietando, para mal y para bien, segundo a segundo, esa estructura sólida que parece ser la construcción colectiva de la realidad.

¿o qué pensas vos?