Glosa, Juan José Saer

Editorial Rayo Verde

Segunda edición, 2019 [Primera publicación 1986]

231 p.

La realidad es un montón de cosas que suceden simultáneamente, en un instante, y se nos escapan, mientras se nos pasa el tiempo; y esta novela es, entre otras cosas, acerca de la realidad (ese relato imposible de reconstruir de manera objetiva y total). Espacialmente son apenas veintiún cuadras que recorren dos conocidos intentando rehacer el relato de un evento al que ninguno de los dos asistió; cronológicamente son décadas que incluyen el pasado y el futuro, que se funde en un solo plano, donde cada sujeto es el centro de un presente que contiene a la conjetura y a lo evidente a la vez. Para reconstruir ese evento que es la realidad el primer elemento es el sujeto (quién mira, cuenta y cómo lo hace). A nosotros, los lectores, nos llega, en su mayor parte, el relato de un testigo presencial (Botón) que le cuenta a alguien que no estuvo (El Matemático), que le cuenta en la calle a un conocido que tampoco estuvo (Leto), y todo esto a través de un narrador externo que sin embargo duda y tiene una mirada subjetiva también. O sea que como lectores, al leer, reconstruimos el relato de un lugar que ignoramos a través de muchos indicios y testimonios simultáneos en los que ninguno es del todo confiable para determinar la realidad con objetividad. La experiencia de los personajes es nuestra experiencia de lectores también, y es nuestra experiencia vital cuando le llamamos realidad a nuestra ficción. Porque toda realidad es una ficción ¿no?

La novela es riquísima y honda en los detalles que profundizan la construcción de nuestra ficción personal. Todos los planos importan y se confunden en uno solo: el espacio, el tiempo, el sujeto, el objeto, el recuerdo, el error, la mentira, el sueño y la evidencia, entre muchos otros más. Para ir al pasado, por ejemplo, se pueden recorrer unas cuadras hacia atrás, para ir al futuro se puede mirar hacia adelante donde está “el porvenir”. Para interpretar el relato del Matemático nos importa saber que es un personaje de origen burgués que reniega de su origen, que está dispuesto a dar todo a la humanidad pero no a dejar manchar su pantalón, un pantalón blanco impecable que hace juego con el resto de su atuendo y su altura y su pelo y su mirada iluminada del mundo. Nos importa su vanidad, que quiere hablar como una autoridad al interpretar el mundo mediante fórmulas matemáticas, nos importa saber cómo esconde y le pica una humillación pasada que no va a confesar, su forma de conversar directa y paralela a la vez, su estrategia al reducir su viaje a Europa a unas pocas frases relacionadas con una ciudad para no darle un peso mayor del que debería tener frente a la persona con la que va a hablar. Nos importa su dirección al caminar, la forma de dar los pasos, su postura, su motivación. Nos importan sus sueños, sobre todo un sueño hermoso y significativo que (aún independiente del resto de la novela) es un cuento inolvidable acerca de la existencia, la vanidad, cómo nos deshace el tiempo y el vacío final. Ese proceso de identificación, que es más amplio y complejo de lo que soy capaz de nombrar, se repite en los demás personajes, en los objetos, en los lugares, y los testimonios, y todo eso, aunque haya ocurrido en el pasado o el futuro o nunca haya ocurrido sucede en este momento que es un momento único (el mismo momento único); porque todo momento sucede por única vez aunque los ciclos (el sol que asoma en las mañanas hacia el oriente) nos engañen y nos hagan creer que son una repetición.  

Ahora: ¿Cómo se nombra esa realidad simultánea? A través de un discurso de párrafos extensos, repleto de incisos que permiten la entrada y salida de todos sus elementos, fundidos en la unidad de un macrorrelato, atravesado por diferentes subjetividades. Esto, que puede sonar complejo, es muy fácil de leer, solo necesita tiempo y atención. Dentro de todo [la simultaneidad de planos, lo metafísico y lo cotidiano, lo físico y lo inmaterial, lo creíble y lo improbable, lo espacial y lo temporal, lo violento y lo inocente, lo ideal y lo pragmático…] la narración se siente en todo momento como una celebración y un juego, además de una reflexión. En las primeras páginas de la dedicatoria, con ironía y humor, ya lo anuncia Saer: «…el autor les dedica, por las sobremesas de los domingos, esta comedia: but then time is your misfortune father said».

En lo personal solo puedo decir que esta es una narración que no se acaba, que crece adentro de uno fijada (aunque móvil) dentro de la memoria. Que abre nuevas brechas y dimensiones en la realidad personal. Es una narración que crea en uno la misma sensación que describen los personajes. Es una novela para releer mientras me lo permita el tiempo, aunque la relectura no exista salvo en la ficción, porque, ya sé, cada vez que vuelva a este recuerdo será la misma, la única Vez.


Descubre más desde Felipe Carrillo Alvear

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Comments

¿o qué pensas vos?