Editorial Libros del fuego
Primera edición
84 p.
Sobre todo en el primer cuento, los pájaros muertos son un lugar o una forma de mirar lo que todos podemos ver. Son muchas otras cosas también, pero no son pájaros, y su muerte solo interesa como un objeto para rellenar con la mirada, los pájaros muertos no son nada, entonces, son un vacío que se llena con el mundo, con la forma de ver el mundo, del narrador. La muerte de las cosas cercanas es el detonante para mirar, para ver qué tienen adentro las cosas vacías, y los narradores están vacíos también; y es que al final todos somos pájaros muertos, remata en las últimas páginas esta edición.
Dos temas unidos se repiten en la mayoría de los cuentos de esta colección: la muerte y el vacío; que ahora hay que enfrentar. En el primer cuento la muerte es el cadáver de los pájaros que el narrador aprende a fotografiar de niño, que después, de adulto, se vuelve el cadáver de un avión accidentado que el narrador decide no mirar, ¿por qué? Porque los pájaros muertos no son los pájaros, sino la mirada sobre esas cosas, la estética con la cual se pretende llenar ese vacío, después. Muchos de los personajes de estas historias son carroñeros; los narradores, también personajes, intentan escapar, pero la muerte (transformada en alguna cosa) los alcanza.
En el segundo cuento, por ejemplo, sucede la muerte del hijo, en el tercero casi la de la pareja, en el cuarto se acerca la del padrastro y se habla de la muerte de la mamá, en el quinto el perro, en el sexto se relata la ausencia del padre, en el séptimo el muerto afantasmado es el (ex)amigo del narrador que ahora se pone los zapatos de él, en el octavo tal vez muere la amistad o la cordura, en el último cuento desaparece la hija del narrador, pero el muerto parece el profesor que protagoniza la historia. A todos estos narradores distintos los une el desierto de unos mundos que intentan rellenar. Sus vidas, en todos los casos, eran algo que se accidentó, y a los narradores no les queda otra opción que reaccionar, casi siempre con distancia, frente a lo que se muere enfrente de ellos.
Ahora, la forma de contar esas historias que tienden al sofoco es el equilibrio y la claridad: todos los cuentos se ven, escena a escena, hilados por un lenguaje pulido que no se engolosina con los efectos estéticos, aunque los deje ver; sino que se aferra a la precisión y la transparencia de unos relatos que parecen entenderse tan fácil que a veces logran esconder la oscuridad de la que están llenos, como sucede con la cotidianidad.
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Qué belleza la edición de Libros del fuego. La ilustración, los materiales, los detalles gráficos, en la impresión al margen de las páginas, y al final.
¿o qué pensas vos?