Los desposeídos, Ursula K. Le Guin

Edición Minotauro Esenciales

Primera edición 1974, traducción 1983

Conversar en público de este libro es hablar de uno u otro comportamiento y organización social, es discutir la moral que nos rige, y explorar otro mundo posible. Para Ursula K. Le Guin la ficción no es un medio para un fin; no es una mentira que dice o esconde una verdad; es a la vez un medio y un fin, es un lenguaje más, una forma directa de conocer, explorar, dialogar y jugar en el mundo real. La ficción, como la amo y la entiendo, debería aspirar siempre a ser eso: una forma auténtica de conocer y compartir el mundo. Aquí la ciencia ficción se siente como aprender un idioma que sentimos que ya conocíamos, como un juego libre en el que todos podemos participar. Otras ficciones no juegan con esa seriedad: se sienten evasivas, o superficiales, o falsas, o condescendientes, o regañonas. Esta novela no, esta novela es una fiesta en la que jugamos a disfrazarnos de nosotros mismos.

En esa fiesta a la que estamos todos invitados los temas son múltiples: el más obvio es el de las utopías sociales: anarquismo, comunismo, socialismo, liberalismo, y otras variantes. Pero hay otros, porque hablar de eso es conversar de nuestro comportamiento social, de feminismo, de sexualidad, de cómo jerarquizamos nuestros valores, de cómo domesticamos y nos domesticamos a un mundo para que podamos sobrevivir en él sin destruirlo, de la escasez, de los sentimientos más profundos que nos unen como el amor y el dolor, de la inevitabilidad de la crisis inclusive en la utopía más desarrollada, de la humanidad y la mecanización, de las etiquetas tribales con las que a veces nos definimos y que tienden a ir en contra del pensamiento auténtico y vivo que se lleva en la crítica y los actos y no en la normatividad. De cómo hablar de una utopía es hablar de nuestra realidad personal y cotidiana inmediata, de nuestro pasado, presente y futuro a la vez, y no de fantasías lejanas e irrealizables.

Hace algunos años leí un cuento de Le Guin, uno de mis favoritos, que me gustó porque nunca lo he podido olvidar, porque es brevísimo pero todavía me lo sigo contando como si estuviera vivo dentro de mí; a pesar de que a veces no lo sentía como un cuento sino como una exploración de unas ideas. Ese cuento, para mí, tenía un destino fatal: sus protagonistas resignados se suicidaban. Ahora en cambio, después de leer esta novela, pienso que no es así: sus protagonistas ilusionados deciden perseguir una utopía, y esa persecución los justifica. Esta novela es una ficción optimista, y real.


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