Montañas, José Manuel Arango

Editorial Frailejón

2019

Físicamente yo no he visto libros más lindos que los de Frailejón. Pequeños como una mano, con pastas gruesas, tejidos a mano, coloridos y coloreados en las tapas y las contratapas, no muy extensos, artesanales. La selección de estos poemas tiene como título Montañas, y el color de la tapa es de un verde arremolinado y frondoso. Un poema llamado «Montañas» atraviesa el libro en tres momentos: al inicio, en la mitad y al final. Este es un libro rodeado de montañas como copas, pero no redondeadas como colinas blandas y amables sino con breñas y riscos; montañas que dejan sentir la roca en las entrañas: «y en el fondo de la copa está la ciudad, ensimismada, dura».

En el contenido, lo rocoso del lenguaje está quizá en el centro más sólido y puro de lo que quiere nombrar. Sus versos son directos, transparentes, pero exponen ese corazón áspero. Lo frondoso es el ritmo en la brevedad, y la potencia de las imágenes, así:

Pero sé que el oído es una delicada caracola

metida dentro de mi cráneo

y que en ella hay un arpa diminuta

de vivas pestañas.

Qué agua, qué risa.

Sé que es sólo, desde mi torre, ese rumor oscuro de la ciudad

que es como el ronroneo de una fiera dormida.

En la caracola está el esqueleto duro de la piedra, pero en su profundidad está el canto también. Si uno acerca el oído con atención logra escuchar el rumor oscuro de la ciudad, el ronroneo de esa fiera dormida. Esa ciudad, habitada de gentes que pisan duro porque no entienden, de mendigos, de muerte, de niños ciegos, de bailes con deseo, de furiosa alegría, porque «De niño era un juego/ de niño:/ cerrar los ojos/ contra la luz/ y ver, a contraluz, el rojo/ de la sangre a través/ de los párpados». Ver la sangre ya no es un juego, entonces.

Estos poemas hablan de la dureza que habita el hondo fondo de las montañas que lo rodean. Y está escrito así, con densidad maciza. Pero también con una lluvia que cae sobre esa piedra, y que levanta el olor de la tierra, ese íntimo olor, hasta que «…la lluvia amaina. /Algo en su ritmo dice/ que va a cesar/ que está completa. Y [nos] levantamos/ como después de haber oído/ una música. [Y] El libro/ cae al suelo, cerrándose».


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