Editorial Tusquets
Cuentos completos I
2020 (Primera edición 2018)
El collar del perro (1965), el segundo libro de cuentos publicado por Fonseca, presenta una colección de personajes que se ven enfrentados a situaciones en las que tienen que romper los convencionalismos y su cotidianidad. Está compuesto por ocho cuentos escritos con una calidad extraordinaria. Son cuentos extensos y hondos en los que se desarrolla con detalles, fuerza y verosimilitud el conflicto de un personaje, su cotidianidad y la situación de ruptura en la que se ve sumido. «La fuerza humana», el primer cuento de la compilación, narra en primera persona el aprieto de un fisicoculturista con una habilidad asombrosa, que deja de ser el consentido de su entrenador cuando lleva a entrenar a un compañero que se encuentra por accidente, y este resulta siendo naturalmente, sin tanto entrenamiento, superior a él. El personaje se enfrenta entonces al compañero en una pulseada, y logra vencerlo por un golpe de suerte mas no de habilidad, una vez lo vence abandona el lugar sin escuchar a nadie, y se le nota que se siente solo e insatisfecho, mientras tanto espera frente a una tienda de discos a que empiece la música: espera junto a una comunidad de personas también solas, que tal vez como él, añoran tener amigos, un padre vivo, un automóvil y ser alguien diferente a los solitarios e insatisfechos que son.
El segundo cuento es «La grabadora» y la mayor parte está escrita en diálogos. Narra el drama de un paralítico que hace llamadas fingiendo ser un encuestador, y las graba, hasta que se enamora de una entrevistada, que le es recíproca en el sentimiento, y que pretende dejar a su marido al cual no quiere para arriesgarse a estar con él, pero ella no sabe que él está en una silla de ruedas, y cuando quedan de encontrarse ella no lo reconoce, porque no se parece a lo que ella imagina que es, y él regresa a casa a maldecir su suerte mientras pide la compañía, que antes había rechazado, de su mamá. El tercer cuento es el «Informe de Carlos», narra la historia de un hombre que está en un matrimonio cómodo pero infeliz, y que tiene una amante poco convencional que lo reta a romper sus comodidades y a arriesgarse cada vez más con ella, pero también tiene un amigo que le aconseja que abandone a la amante y se consiga otra, porque ella es una mujer promiscua y no va a ser capaz de parar, le advierte. Al final, cuando Carlos, el protagonista, abandona todo por su amante y se va a vivir con ella se da cuenta de lo infeliz que a va a ser con ella también, y luego la descubre con su mejor amigo, el que lo aconsejaba desde antes, y entonces, ahora, Carlos solo piensa en la vida con la ilusión de estar muerto alguna vez. El cuarto cuento es «La opción», en él un grupo de estudiantes de medicina discuten sobre lo que hay de opcional o no la elección de género de una persona hermafrodita («existen por lo menos cuatro clases de sexo: el jurídico, el anatómico, el gonádico y el psicológico. Las palabras macho, hembra, hombre, mujer son meros símbolos que representan una realidad inexistente», comienzan diciendo). Sin embargo frente a una persona hermafrodita de nueve años de edad se ven obligados a tomar una decisión, pues entre más crece más difícil es la cirugía y a esa edad no se le puede dejar a una persona decidir, concluyen. En el quinto cuento, «El grande y el pequeño», un primo mayor muy amigo del menor le explica al menor la situación en la que está por haberse enamorado y quererse ir a vivir con una mujer negra y pobre, y la ruptura que eso va a significar para una familia brasilera y clasista que se cree descendiente la aristocracia portuguesa.
El sexto cuento es «Madona» y me recordó mucho a los cuentos de Andrés Caicedo por el estilo de relato crudo y vertiginoso de un adolescente que aprovecha que sus papás se van unos días para buscar una mujer con la cual perder la virginidad, pero ninguna mujer lo satisface, todas le parecen demasiado algo (infantiles, serias, intensas, desinteresadas, feas, etcétera). Al final termina teniendo sexo con una prostituta, mientras se repite a sí mismo que tuvo mala suerte, ante un narrador que advierte que todavía no ha visto lo ruin del mundo, pero que falta poco para que eso ocurra. Esa ruindad fatalista de un mundo en el que el personaje se sumerge y hace parte, se parece mucho a la mirada de los personajes de Caicedo, que arrancan en una posición de privilegio para caer vertiginosamente en un mundo mezquino que nunca los va a dejar descansar.
«Los grados», séptimo cuento, es el relato de un hombre mayor con una amante menor a la que da largas para que nunca se tengan que comprometer. Al final de la historia ella le recuerda la vez que calificó junto a ella el atractivo de todas las personas de una playa, le recuerda que ninguna obtuvo la máxima calificación, ni siquiera ella, y que en cambio él sí le puso cero a alguien, a un cojo. Ella le pregunta si quiere saber cuál calificación le pondría ella a él. Él espera la respuesta con miedo porque ella le advierte que si le da una calificación alta eso significa que ella va a dejar a su marido para irse a vivir con él, y él le advierte lo mala idea que sería para ella ponerle una buena calificación, ella entonces hace una pausa, le pone cero, y se va.
El último cuento, «El collar del perro», es una historia que pertenece al subgénero policiaco, en esa historia el protagonista es un detective poco convencional: porque intenta ser honesto, porque le gusta leer poesía. Durante la investigación que desarrollan se va revelando de a poco la miseria material e interior de cada uno de los personajes, sin excepción, a los que él se intenta oponer, entre ellos están los criminales, pero también sus compañeros policías, que actúan con violencia e inmoralidad, pero que hacen parte también de la misma pobreza original de la que todos intentan huir.
Todo estos relatos, entonces, se parecen en el conflicto de personajes que se ven obligados a romper su cotidianidad cuando ya no son capaces de estar cómodos ahí, pero en el proceso no pueden evitar ser parte de aquello que quieren rechazar. Así lo describe Fonseca, con una cita, en el epígrafe inicial: «Yo rompí mis grilletes, dirás tal vez. También el perro, con gran esfuerzo, se suelta de la cadena y huye. Pero, sujeto al collar, va arrastrando un buen pedazo de la cadena». Persio, Sátiras V, 158
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