Carne cruda, Rubem Fonseca

Editorial Tusquets

2019 (Primera edición Colombia 2021)

141 p.

Carne cruda es un conjunto de cuentos a los que tal vez les falta cocción. Son relatos breves, sencillos y a veces superficiales acerca de algunos personajes desleales e infames en un contexto que también es infame y desleal. La mayoría de los relatos están atravesados por el lenguaje, por el significado de alguna palabra que sirve de eje al resto de la narración. «Panocha», por ejemplo, es acerca de un tipo que no conoce las vaginas más que como una palabra en el diccionario, hasta que decide ver una por primera vez y se enamora de la panocha, de la palabra y de la imagen (pero seguramente por esto, no de la mujer). «Padrote», otro relato, es acerca de un policía que odia a los proxenetas porque abusan de las mujeres al violentarlas e imponerles su voluntad, entonces cada que conoce uno de esos va y lo mata, y luego obliga a las mujeres que trabajan para ellos a que ejerzan otra profesión, bajo amenaza de que las mate también. «Uropa», otro más, es un cuento acerca de un narrador que decide escribir una novela solo porque su pareja que es casi analfabeta quiere ser novia de un escritor; el narrador escribe la novela y paga para la publicación, luego se hace famoso y es entonces que la pareja, de la que ya estaba cansado en parte porque no sabe hablar y dice Uropa en vez de decir Europa, por ejemplo, le ruega que se case con él.

Casi todos los cuentos de esta colección tienen esos elementos en común: la palabra que los atraviesa y el relato breve, crudo y casi superficial. La mayoría de las veces son irónicos, pero casi nunca son ambiguos, casi nunca tienen capas o desarrollos más allá del planteamiento contundente de la situación y el desenlace. Ni siquiera el cuento más largo «Nada nuevo», de treinta páginas, explora a fondo un personaje o una situación, sino que le da vueltas a un asesino que quiere descubrir y matar al personaje oculto (también para el asesino) que le paga y le dice a quién asesinar. Cuando por fin logra su objetivo el personaje no siente nada, no sabe qué sentir; yo creo que uno como lector tampoco sabe qué sentir. Tal vez porque no hay fondo detrás.

De todos modos muchos de sus relatos son entretenidos dentro lo macabro, y como es habitual en la mirada de Fonseca revelan un mundo atroz y banal. El que más risa me dio fue «Pienso y hablo», la historia de un personaje que empieza a decir todo lo que piensa, lo que lo termina llevando primero a la cárcel, luego al manicomio y por último a que el mismo autor revele esa misma manía de repetir en voz alta lo que piensa, igual que su personaje.


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