La muralla y los libros (Otras inquisiciones), Jorge Luis Borges

Libro: Obras completas II (597 págs)

Editorial: Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1952, llamado Otras inquisiciones. La muralla y los libros está fechado al final del texto con el año 1950, Buenos Aires.

Esta nota (advertencia, explicación o comentario) habla del hecho estético. Borges lo define como la inminencia de una revelación, la sensación de algo que está por suceder. Para llegar a ese punto referencia con asombro a Shih Huang Ti, primer Emperador chino que ordena la edificación de la muralla China y la destrucción de todos los libros anteriores a él. Lo magnífico de estos actos comunes a los tiranos (ordenar grandes edificaciones y quemar textos) puede ser para los historiadores la escala: la muralla que ordena es la muralla más grande de toda la historia de la humanidad, y los textos que quema son los de la más reverente de las naciones. Para Borges en cambio, después de varias hipótesis acerca de las motivaciones e implicaciones de esos actos, lo asombroso es el símbolo: la muralla es un ejercicio de conservación de las cosas, la quema de libros es un ejercicio de destrucción de las cosas. La muralla conserva, o sea que intenta evitar el deterioro que ocasiona la sucesión de los actos, la cronología, el tiempo. La destrucción de los libros borra la memoria, o sea que intenta suprimir el pasado, la cronología, el tiempo.  

Conservar y suprimir el tiempo cronológico a la vez, ese es el símbolo.

Estos actos simultáneos llevan (o deberían llevarnos) a la sensación de que lo que nos sucede es algo que no está escrito, no está en la memoria ni en el pasado, sino que está en algo inminente, algo que está a punto de pasarnos. Y eso, para Borges, es como la música, los estados de felicidad, la mitología, ciertos crepúsculos y ciertos lugares: algo que quiere decirnos algo, o que nos recuerda algo que no debimos perder, y es ahí (en la contingencia y no la continuidad) donde Borges encuentra el hecho estético.

Me pregunto ¿Por qué este texto para mí es una nota y no un cuento? Porque más que intentar transmitir una experiencia este texto busca señalarle algo asombroso al lector, algo prestablecido. Este texto para mí es sobre todo una advertencia acerca de la poesía.

En lo personal esta nota me asombra. Todos los primeros párrafos parecen indicar que nos va a hablar de ese tema recurrente en Borges que es la aproximación metafísica al problema del tiempo. Que nos va a hablar del tiempo continuo y el tiempo contingente. El tiempo como algo que puede conservarse y mantener un antes y un después o el tiempo como algo que puede borrarse de golpe y reducirse solo a aquello que está sucediendo. Sin embargo el último párrafo les da un giro a esos ejemplos previos y nos señala que el motivo por el que importa esa sensación de continuidad o contingencia es porque dentro de esa mezcla está el hecho estético, está la poesía, esa sensación de algo que no debimos olvidar, esa sensación de que va a ocurrir algo.

En la enumeración que Borges realiza menciona los crepúsculos. A mí, más que el efecto que produce ese cambio de luz antes o después de la puesta del sol, me asombran los atardeceres, pero no su efecto visual, repito, me asombra ese periodo intermedio entre el día y la noche en que la ciudad baja su ritmo para prepararse para algo que nadie conoce. Ahí siento yo la contingencia, y me he dicho varias veces, yo que no soy creyente, que si acaso existiese esa debería ser para mí la atmósfera del paraíso.

Supongo que ese paraíso es el hecho estético. Mucho más cercano a una sensación, mucho más lejos de un acontecimiento externo.


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