Soñamos que vendrían por el mar, Juan Diego Mejía

Editorial: Alfaguara

Primera edición octubre 2016

272 p.

La recopilación de Las mil y una noches es reconocida, entre otras cosas, porque encierra una historia dentro de otra dentro de otra dentro de otra. Todo esto para evitar (o dilatar) el desenlace trágico de la historia principal. Esta novela, Soñamos que vendrían por el mar, hace algo parecido. Entrecruza tres sueños largos en una sola vida para materializar al fin solo uno de ellos, sin dejar de relacionarlo con los otros dos. En Las mil y una noches las historias se cuentan para alejarse de la realidad, en esta novela en cambio se sueñan proyectos en la vigilia para materializar la ficción. La primera ficción son las armas, la segunda es la revolución, la tercera es el teatro, las tres opciones se pueden parecer, y se pueden rechazar. De esa larga espera están hechos los sueños del narrador de esta novela, Pável Vlasov.

La estructura de la novela está divida en dos relatos (dos lugares geográficos y temporales distintos) de un solo narrador. Estos relatos se contraponen y se entremezclan, cada uno de ellos señala al otro, pero solo uno de ellos puede quedar al final, ahí está el anhelo y la tensión. El estilo es simple y depurado, dice lo necesario con palabras sencillas y lo dice bien. Creo que eso se llama precisión. Del estilo me gusta mucho la caracterización de los personajes. En la universidad vemos a Pável y su transformación cuando está armado de su gabán, en el Caribe en cambio lo vemos desprovisto de él. El gabán es una prenda del actor, aunque lo lleve a la revolución. Los nombres de las parejas y los grupos que frecuentan diferencian los dos momentos del mismo narrador, los personajes a la vez parecen los mismos y son otros, repiten los mismos esfuerzos, y de esa forma explota el narrador la tensión de esa historia. Eso hace la lectura interesante y entretenida a la vez. Solo en algunas pocas páginas después de la mitad de la historia siento que la espera se alarga demasiado. Que como lector no hago sino esperar, de la misma forma que lo hacen los personajes. Que pasan muchas cosas pero que no pasa nada, como les sucede a esos revolucionarios. Sin embargo antes de acabar hay un cierre y un fin de la espera. Sucede con un entrelazamiento de otros relatos contados en otras historias de ese mismo autor, como el de La vida a seis goles (para mí la mejor escena de la novela, la más intensa y estética), o el regreso a El dedo índice de Mao, o a la explicación de sentido de los personajes que protagonizan De ratones y hombres. Ese final es bello e intenso, y justifica la espera.

Hace poco leí la historia de un escritor desconocido que no hace sino esperar sin respuesta a que se le materialicen sus sueños. Cuando leí lo que contaba me sentí también ahí. Cuando leí los sueños y la espera del narrador y los personajes de esta novela sentí que aunque hablaran de cosas muy diferentes en realidad decían lo mismo.

Quién sabe, tal vez todas las esperas se parecen. Tal vez, como en Las mil y una noches, vivir es tener la esperanza de que algunos de nuestros sueños (los mejores, al menos uno solo de ellos) se materialicen en la vigilia.


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