Un cielo y dos héroes, Juan Diego Mejía

Fecha de subida miércoles 28 de junio de 2017, leído de http://www.juandiegomejia.com/2018/index.php?option=com_content&view=article&id=633:un-cielo-y-dos-heroes&catid=123&Itemid=1090

A mí este cuento me habla de esa frontera entre el vicio y la esperanza, que es la vida.

Dos niños de barrios y vidas aparentemente diferentes se hacen amigos alrededor de una esperanza y una pasión ruidosa, que es el fútbol (jugarlo, verlo, vivirlo), y de un cicatriz silenciosa, que es el alcoholismo de sus padres. Ahí está el cielo (la gloria del fútbol), y el infierno (la incertidumbre y el miedo por sus padres), los dos niños caminan (bailan) por esa frontera, por esa cuerda floja, sin saberlo, hasta el final del relato.

Es una historia épica en la que los héroes son niños cercanos y cotidianos.

Dos cosas me noquean de inmediato al empezar a leer el texto: el ritmo y la estética. Esa magia se sostiene y resplandece hasta el final del texto. Ese primer párrafo…en él se une el hecho histórico («antes de que el hombre llegara a la luna») con lo más cotidiano e inmediato («yo jugaba fútbol con Tomás Cifuentes»), ahí hay una épica cotidiana que yo también viví en mi imaginación de niño muchas veces, y que quizá había olvidado, hasta este texto.

La estructura está definida alrededor de la épica y el anhelo (o la condena) de esos dos héroes: se define en la amistad de los dos personajes, el cielo que es el fútbol y el infierno que es el vicio de sus dos padres. Es excelente.

El narrador está en primera persona y relata un hecho significativo del pasado, y eso aumenta el efecto glorioso del relato.

La estética del cuento es lindísima, y estalla varias veces: en la reconstrucción de la escena que realiza el narrador a partir de los pedazos de memoria que tiene y lo llevan a su padre sentado y borracho en un bulto de arroz, por ejemplo, en las frases que el narrador piensa y no le dice a Tomás (con ese ritmo furioso) pero que le retumban en la cabeza, en las imágenes que describen a la ciudad como una galleta gigante color ladrillo debajo de un cielo azul, en la descripción de Tomás como un sonido de clarinete, como un pedazo de canción. Hay muchísimos ejemplos, la narración está repleta de magia.

Otra cosa más me gusta mucho: cómo me hace experimentar el mundo, otra vez, desde esa mirada del niño, el desarrollo de esa perspectiva; y ese primer cierre, en el que edsonarantes, escuchando un partido de fútbol, parece perder el control también ante la derrota de sus ídolos, la caída de sus dioses, y ahí parece que la historia de los niños, el fútbol y sus padres se concentra entera en un solo punto, como si fuera todo lo mismo, el centro del centro de una esfera, o una pelota.

Este cuento es extraordinario. Me identifiqué por completo con la memoria de esa esperanza infantil de que el fútbol algún día cambiara esa vida mía que no entendía (y que todavía no entiendo), con esa necesidad de desbocar lo que no puedo nombrar en la pasión por el juego, en el dolor de la derrota y la alegría de la victoria, ese juego que cuando uno crece se convierte en otras cosas, pero que sigue siendo ese caminar constante entre la esperanza y la caída.

Ah, y otra cosa que me llamó la atención fue la suavidad del cierre, porque termina la historia pero no la acaba. La narración queda abierta, y termina con la palabra y el sonido de una cumbia.


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