Funes el memorioso (Artificios), Jorge Luis Borges

Libro: Obras completas I

Editorial: Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1944, llamado Ficciones. Se subdivide en dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944). Funes el memorioso es el primer cuento de la segunda parte. Este cuento está fechado al final con el año 1942.

La premisa es sencilla: un hombre adquiere una memoria prodigiosa; rápidamente ese prodigio se le convierte en una pesadilla. En el prólogo al libro, Borges afirma que este cuento es una larga metáfora del insomnio.  Con ese comentario, Borges, en vez de cerrar el significado del cuento, lo abre. Durante la historia hay un contraste frecuente entre la luz y la oscuridad, la vigilia y el sueño, la razón y la emoción. Funes asegura que es capaz de ver solo cuando adquiere esa facultad extraordinaria de recordar. Funes afirma también que, bajo esa facultad, sus sueños son como la vigilia de los otros. Afirma que su memoria le hace muy difícil dormir, porque dormir es distraerse del mundo. Funes, entonces, es capaz de ver y retener en su memoria lo que una persona normal ignora; sin embargo, esos recuerdos son también como «un vaciadero de basuras», que se acumulan de modo tal vez inútil e incesante, porque Funes es incapaz de pensar: «pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer».  Funes razona «(siente)», (corrige el narrador). La luz y la oscuridad de este cuento están entonces en una frontera entre la experiencia y la razón, entre un empirismo y una racionalidad. Es asombroso para mí cómo Borges señala algo que olvidamos: el olvido es una cualidad.

 La capacidad intensa de recordar le permite a Funes tener «más recuerdos […] que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo». De alguna forma (en uno de esos pasadizos del tiempo que ha abierto Borges en sus ficciones y exploraciones metafísicas) Funes es inmortal porque su percepción y su memoria es infalible, y eso le permite multiplicar su vida no solo dentro de sí mismo, sino dentro de los demás hombres que hayan dejado una memoria en el mundo.  

Además está la incertidumbre, es el contraste que presenta el narrador. El narrador es un tipo olvidadizo, y en la historia comete errores que nos hacen dudar de la realidad que nos cuenta. Pero la realidad del narrador es también nuestra realidad, una ficción incierta que se sostiene en un ejercicio deficiente de la razón. El narrador comete al menos tres errores. 1. En el primer párrafo afirma que no vio más de tres veces a Funes, pero en el relato señala cuatro veces en que lo ve, y describe cada una en relación con algún detalle. 2. Funes afirma que hasta sus 19 años no veía nada porque ignoraba todo, pero que desde entonces, con el accidente y la adquisición de su memoria prodigiosa ya es capaz de percibir una realidad totalmente diferente. El narrador nos dice cuándo nació Funes (1868), esto quiere decir que a sus 19 años está en 1887, sin embargo el narrador nos cuenta cómo Funes relata que en 1886 creó un sistema original de numeración sin necesidad de papel y lápiz, porque su memoria le bastaba; este sistema es imposible de crear, sin embargo, sin esa facultad. Existe la posibilidad de que esto no sea ni siquiera un error del narrador, sino una facultad asombrosa de Funes de remplazar el tiempo como lo entendemos mediante la percepción de su memoria; pero a nosotros, como lectores, o al menos a mí, me queda la incertidumbre. 3. En «Cuando la memoria es una condena: Análisis narratológico de Funes el memorioso de Borges», por Gabriel Laguna Mariscal, se identifica otro posible error del narrador: este refiere el «Thesaurus de Quicherat», luego el «Gradus ad Parnassum de Quicherat» y luego, por antonomasia, «el Gradus». Sin embargo aunque existe un «Thesaurus de Quicherat», no existe un «Gradus». Esto podría ser, o no, una distracción del narrador, que se parece a nosotros (o a mí al menos), y se tiene que defender con su razón en un realidad permeada de oscuridad.

No sé, en este caso me parece innecesario ahondar en la estrategia, porque lo extraordinario del cuento, que sigue el patrón de otros relatos fantásticos, no está ahí para mí, sino en la cantidad tal vez innumerable de puertas temáticas que abre.

Qué extraño, cuando terminé de leer el cuento sentí que Borges lo había finalizado en la mitad, que la historia de Funes solo empezaba; cuando lo releí varias veces completo, sin embargo, sentí que nunca lo iba a terminar de leer.


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