El jardín de senderos que se bifurcan (Ficciones), Jorge Luis Borges

Libro: Obras completas I

Editorial: Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1944, llamado Ficciones. Se subdivide en dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944). El jardín de senderos que se bifurcan es el último cuento de la primera parte.

Lo poco que tengo para decir de este, otro más, brillante cuento lo dice muchísimo mejor, entre otros textos, un artículo breve de Josefina Pantoja Meléndez llamado «El tiempo en un cuento de Borges “El jardín de senderos que se bifurcan”». Pero igual voy a decirme algo sobre mi lectura, otra vez, para ayudarme a recordar.

Al final de este texto Borges, en clave de narrador, nos revela no solo el tema de este cuento, sino de gran parte de su obra: el tiempo, desde ingeniosas premisas místicas y metafísicas. Dice Stephen Albert sobre Ts’ui Pên «fue un novelista genial, pero también fue un hombre de letras que sin duda no se consideró un mero novelista […] Sé que de todos los problemas, ninguno lo inquietó y trabajó tanto como el problema del tiempo». La variación que propone «El jardín de senderos que se bifurcan» sobre el tiempo es el de la posibilidad de que las diversas líneas cronológicas que se abren cuando un personaje se enfrenta a una alternativa no se anulen sino que sucedan, todas simultáneamente. Para lograr esto se debe plantear, primero, un laberinto hecho de diferentes alternativas, y después, se deben abrir diferentes posibilidades para que todas las alternativas contradictorias sucedan de manera circular y repetitiva, como en una de las posibles segmentaciones del infinito.

Por eso, y por su gran erudición, para comunicarse bien con estos cuentos es necesario saberse toda la filosofía, y toda la literatura, al menos la que él refiere, que tal vez para mi ignorancia es toda; porque los intertextos que proponen sus cuentos son también una biblioteca de Babel, que a veces parece que no solo incluyen las variaciones del pasado, sino las de los porvenires (no todos, sino algunos de ellos).

En este cuento el narrador principal, que está debajo de capas y capas de otros narradores, se llama Yu Tsun y está al servicio del Imperio Alemán. Es perseguido por un oficial irlandés a las órdenes de Inglaterra. Va a ser capturado, pero antes, idea una forma de comunicar un secreto sin tener medios de comunicación accesibles. Ese plan consiste en ir al encuentro de Stephen Albert, sinólogo inglés que ha dedicado su vida, en parte, a descifrar la obra de uno de uno de sus antepasados célebres, esa obra es un libro y un laberinto que, sorpresivamente, son el mismo. El libro y el laberinto tratan sobre el tiempo. El secreto que necesita comunicar Yu Tsun es el del lugar que debe bombardear el Imperio Alemán: el municipio de Albert. Pero el secreto que realmente nos comunica el cuento es el que nos relata Stephen Albert, el libro y el laberinto son lo mismo, y hablan del tiempo, de sus posibles bifurcaciones simultáneas. Ese es el tema, unido con la estructura del texto.

La estrategia del cuento es la construcción formal y verbal de un laberinto. Para hacerlo se utilizan múltiples capas y diferentes alternativas que se niegan a sí mismas. En el prólogo nos anuncian que el cuento es policiaco y esconde un secreto. En la revelación del secreto nos dicen que el libro habla del tiempo, pero también al final del cuento nos dicen que lo único de lo que se trata no se menciona directamente, y el cuento sí menciona directamente el tiempo, aquí hay una de la diferentes alternativas contradictorias que propone. Luego están las capas, que se acumulan principalmente en los primeros párrafos: 1. Lo que afirma el historiador Liddell Hart en su obra Historia de la Guerra Europea; 2. La transcripción del narrador-editor que se hace presente en la nota a pie de página del preámbulo del cuento; 3. La declaración de Yu Tsun, reo condenado por un asesinato; 4. La novela-laberinto del emperador T’sui Pên.

Pero estas capas son solo las más evidentes, aunque de todos modos generan confusión, porque hay otras intertextuales, que se insinúan, pero que ignoro.

Si me enfrentase a él como personaje sé que yo me perdería (de ruina, daño y confusión) inmediatamente en ese laberinto. Para el cosmos que es Borges yo soy un deficiente bibliotecario.


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