Libro: Obras completas I
Editorial: Emecé
Tercera reimpresión en Colombia, 2008
Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1944, llamado Ficciones. Se subdivide en dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944). La biblioteca de Babel es el sexto cuento de la primera parte.
Internet no se parece a la biblioteca de Babel. Por ilimitada que parezca, la información de la red tiene límites, y sobre todo tiene buscadores, internet es una herramienta, la biblioteca de Babel, en cambio, es una explicación del cosmos. La descripción arquitectónica de Babel imita el infinito, se distribuye en figuras simétricas que se repiten interminablemente. El bibliotecario dentro de ella más que un buscador o investigador es un chiste, a causa de su insignificancia, el bibliotecario nos imita a nosotros, humanos o lectores, frente al universo. En esa oposición está dictado el tema: un hombre limitado dentro de un cosmos infinito. Borges dijo alguna vez que soñó el paraíso como una inmensa biblioteca, pero esta que construye, en cambio, es una pesadilla. Dentro de la biblioteca toda esperanza es inútil; todo está ya dentro de ella, pero es inalcanzable.
La estrategia es compleja, más aún para mí, porque es una construcción arquitectónica de diferentes premisa filosóficas en las que la sustancia de la realidad, otra vez, es el tiempo. La arquitectura de esta biblioteca no es solo la descripción material de su organización, que ha sido por siempre, sino la distribución de sus libros compuestos de todas las variaciones posibles a partir de los únicos 25 signos ortográficos existentes. Dentro de esa estructura se exploran diferentes hipótesis, una de ellas es la que afirma que en un espacio infinito cualquier lugar es un centro, pero la circunferencia es inaccesible; otra muestra cómo un ser finito dentro de un espacio infinito, sin importar cuál sea su movimiento, siempre está quieto (entre dos números fraccionarios siempre hay otro más en el medio); otra más afirma que cualquier desorden repetido se convierte en un orden, por lo tanto la biblioteca está constituida por un orden inmutable; una más, la más grave de ellas para los bibliotecarios (que somos nosotros en este cuento), señala que dentro de ese espacio hablar es incurrir en tautologías (crear cualquier cosa entonces es imposible), la biblioteca es la certidumbre de que todo está escrito, y eso anula a quien está dentro de ella, todo esfuerzo es inútil, aunque exista una vana esperanza.
¿Qué puedo decir yo de todo esto? Nada: «Ya todo está. Los miles de reflejos/ que entre los dos crepúsculos del día/ tu rostro fue dejando en los espejos/y los que irá dejando todavía».
¿o qué pensas vos?