La lotería en Babilonia (Ficciones), Jorge Luis Borges

Libro: Obras completas I

Editorial: Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1944, llamado Ficciones. Se subdivide en dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944). La lotería en Babilonia es el cuarto cuento de la primera parte. Fue publicado por primera vez en 1941, en la revista Sur.

La lotería en Babilonia parte de la premisa de convertir el azar en una institución. Borges dice en el prólogo que este cuento no está libre de simbolismo. Pienso entonces en tres acercamientos temáticos, desde un movimiento literario que se opone al realismo y al naturalismo y busca encontrar las correspondencias ocultas entre los objetos sensibles; desde un orden político y social que se opone al orden tradicional conocido; y desde una oposición a una búsqueda de la verdad con pretensiones de objetividad como quiere la razón o la ciencia. La única institución legítima en este cuento es la lotería, que es otra forma de decir que la única institución legítima es el azar.

La estrategia es sencilla, se plantea la premisa y se escala su intensidad. Empieza con la similitud primitiva entre la lotería a la que estamos acostumbrados (que da sus premios en dinero y por dinero) con la lotería de Babilonia; pero de forma rápida escala sus consecuencias no solo positivas sino negativas, ganarse la lotería se convierte ya no solo en sinónimo de algo bueno y casi milagroso, sino también en la posibilidad de ganarse una multa o un tiempo de cárcel. Los alcances de esta institución se incrementan, hasta terminar interviniendo en todos los aspectos de la vida social y ser naturalizada y convertirse con el tiempo incluso en un mecanismo complejo que no solo reparte premios y castigos con obligatoriedad para todos los ciudadanos, sino que ahora también es azarosa en el procedimiento que se utiliza para ejecutar sus sanciones y eventualmente es azarosa hasta para saber quién imparte la sanción. El azar entonces abarca todo el orden hasta volverse una tradición, y el viejo orden (que sometía a una intención lógica los incentivos y las penas) queda precluido. Es el mecanismo clásico del cuento fantástico, ejecutado desde una premisa y un desarrollo de esa premisa: brillante, erudito y entretenido, como acostumbra a hacer Borges.

Paradójicamente, este cuento contiene una hipótesis muy ordenada de un anarquismo legítimo y generalizado. Responde a la pregunta de institucionalizar un orden anárquico. Lo destinos de sus individuos están dictados por la casualidad más que por una institución, no se sabe quién ejecuta las órdenes ni qué órdenes son ejecutadas ni con qué criterio se hace, aunque todo esté prestablecido. Es extraño que ese rechazo de todo orden, que es el azar, resulte en una renuncia total a la voluntad para sus individuos, porque así funciona la lotería. No hay méritos, lo que para mí no significa que no haya justicia, hay una justicia que responde a una lógica que solo la aleatoriedad impone, y eso que nos puede parecer injusto es sin embargo el orden posible y establecido de la sociedad que plantea Borges en este cuento.

El final me gusta, porque relaciona eso, que nosotros desde nuestra lógica podemos ver como un desorden, con un orden que ya habita dentro de nosotros: «es indiferente negar o afirmar la realidad […] porque Babilonia [la vida] no es otra cosa que un infinito juego de azares». ¿Quién no se ha sentido así ante lo insignificantes que somos frente al indiferente universo?


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