Pierre Menard, autor del Quijote (Ficciones), Jorge Luis Borges

Libro: Obras completas I

Editorial: Emecé

Tercera reimpresión en Colombia, 2008

Este cuento hace parte de un libro publicado inicialmente en 1944, llamado Ficciones. Se subdivide en dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944). Pierre Mendard, autor del Quijote es el segundo cuento de la primera parte.

Voy a realizar un comentario muy injusto, por lo simple, de este cuento, solo para recordarme que alguna vez lo leí y qué pensé esa vez.

Este cuento es otro juguete ilustrado, otra provocación para un lector muy culto que yo no soy. Sin embargo Borges escribe en varios planos, y yo voy a referirme al que puedo, que es el superficial.  Tiene tal vez tres temas predominantes, el concepto de autoría legítima, el de identidad y el del acto de creación del lector.

El texto inicia con un párrafo en el que el narrador se duele por el injusto catálogo que le ha hecho a un amigo un diario con inclinaciones protestantes y lectores probablemente calvinistas, masones y circuncisos. Aquí hay un juego en el que se presenta de un bando a la autoridad legítima, y del otro a sus reformadores. El narrador lo que busca es precisamente una revisión de ese catálogo, en el que se incluya la obra subterránea (la impar) de su amigo. Pierre Menard es el nombre del amigo del narrador. Se impuso y logró en parte una labor quijotesca [«mi tarea no es difícil, esencialmente», «me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo»]. Esa tarea es la de reproducir el Quijote palabra a palabra siendo el mismo Pierre Menard. Se propone hacerlo nuevamente, no transcribirlo y no copiarlo de ninguna forma, de verdad intenta volverlo a hacer. Esa tarea es inclusive más difícil para Pierre Menard que para Miguel de Cervantes, porque Menard tiene que adoptar un lenguaje, una emoción y un contexto que ya no es el mismo, ahí está el conflicto de la identidad, porque escribir exactamente el mismo texto del siglo XVII en el siglo XX no es crear el mismo el mismo texto, las mismas palabras significan ahora cosas distintas, el libro no es el mismo aunque su texto sea igual, porque el libro no son las palabras que contiene, sino el significado de esas palabras para un lector específico, un lector es entonces también un autor, la literatura es ese encuentro, y no un conflicto de autoría y legitimidad. Hasta ahí esos temas, que desarrolla como un nuevo mecanismo de relojería, o sea original, complejo y preciso a la vez. Es un desarrollo lleno de referencias, cada una de ellas ligada a los temas que propone servirían para crear un nuevo artículo académico para una revista indexada, por su complejidad y profundidad.

Luego está el mecanismo estructural de esta ficción. En el prólogo al libro Borges lo resume: «he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios». El cuento es una excusa para que un narrador hable de un libro que no existió, y lo asombroso y profundo está en cómo en una extensión breve se justifica un libro complejo que seguramente vale muchísimo más que el mismo libro, porque propone sus conflictos, fundamentos, referencias y elementos centrales;  y si es verdad que el lector es también autor, leer y escribir una nota de esta calidad y complejidad es también en parte crear esos libros imaginarios.

¿Qué podría descubrir de mi propia vida con este texto? 1. La reflexión acerca de mi/nuestra cambiante identidad: leer un mismo libro dos veces es leer dos libros diferentes, que cambian tanto como una cambie. 2. El narrador afirma que pensar o inventar no son actos anómalos, sino que es la normal respiración de la inteligencia, entonces glorificar esa función es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Para mí, ahí queda señalada la identificación de una obra con su autor como un mero acto de vanidad, y eso me parece asombroso, porque parece cierto y es muy complejo pensarlo, a la vez.  3. Esta afirmación existencial que comparto: «No hay ejercicio intelectual [ni vital] que no sea finalmente inútil. Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo —cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad es aún más notoria». 4. Los libros sin lectores son cadáveres, lo que les da vida no es utilizarlos como legitimadores de la vida propia ante la sociedad, lo que les da vida es ser capaz de reescribirlos de verdad, como hizo Pierre Menard.


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