Editorial Angosta, enero de 2019, segunda edición
195 páginas
El cuento se llama Vida pico. Se le llama hora pico al momento del día en que hay un tránsito mayor porque la mayoría de las personas están yendo o regresando de sus labores cotidianas. Jaime Sabines tiene un poema en el que afirma que «la vida moderna es la vida de la mediocridad ordenada. Dios baja a la tierra los domingos por la mañana a las horas de misa»; mi papá, que trabajó más de treinta años en una empresa, decía que esa rutina era como meter la vida en un tubo: uno entra por acá a su primer trabajo y sale, treinta años después, a ver qué es la vida, del otro lado. Alguna vez también yo tuve un trabajo en el que no alcanzaba a ver el sol. Y cuando después de mucho tiempo lo podía ver sentía de golpe que había estado encerrado sin saberlo. Ese creo que es el tema de este cuento. El Metro, en este caso, es el tubo, y la imposibilidad de salir porque siempre hay gente que empuja para adentro (como en la canción de Café Tacuba) es el tiempo perdido en esa urgencia ordenada que es la vida laboral cotidiana.
La estrategia del cuento es la de un cuento fantástico clásico, como los de Cortázar, en la que una persona va a realizar sus labores cotidianas hasta que de repente algo extraordinario sucede y ese hecho extraordinario a la vez se naturaliza y se vuelve el centro de toda la narración. A mí me gustan varias cosas de cómo está hecha esta historia, el ritmo frenético es una de ellas (esa imitación del ritmo ansioso de la vida pico logró que una amiga bastante ansiosa y abrumada por la vida laboral sintiese en algún momento de la lectura que ya na podía respirar), me gusta el recurso de mencionar a Ana como la expareja a la que el narrador le quería demostrar que no era un fracasado para resultar siendo un fracasado de todos modos al quedar enganchado en esa trampa que es la vida pico, me gusta el aviso recurrente de afirmar que a L., que la debe tener cerca, ya no la recuerda bien (como que toda esa masa se funde y termina siendo la misma cosa), me gustan las capas del cuento que profundiza el relato fantástico para relatar una situación absurda y una impenetrabilidad de la supuesta vida normal, que es muy kafkiana. Me gusta mucho el cuento. Me parece muy bien hecho y muy efectivo. Me gustan los detalles como decir que el perfume son fresitas diluidas en alcohol y el humor que hay permanentemente en lo ridículo de toda la situación.
En lo personal siento que hay un señalamiento injusto al decir que la vida laboral cotidiana es un tubo o un Metro o una trampa. Siento que es un señalamiento injusto porque la vida es también ese proceso cotidiano, en apariencia infinito y repetitivo, siento que la vida es el proceso para llegar a las cosas que uno quiere aunque no llegue nunca. Dentro de ese tubo que menciona mi papá pasaron suficientes cosas para hacer varias novelas, pero eso se aplana, porque la inconformidad es muy difícil de solucionar, la insatisfacción de nuestras expectativas y nuestros deseos crece constantemente, y al final no sé, el lado de la inestabilidad laboral y la incertidumbre permanente no es una aventura emocionante tampoco.
Yo no me sé la solución, pero sé que el juicio apunta a todas las direcciones, y no solo a la de la vida pico y la trampa que hay ahí.
¿o qué pensas vos?