Comentario: Zona de confort (Libro del tedio)

Editorial Angosta, enero de 2019, segunda edición.

195 páginas

En este cuento hay un trío desamoroso que termina por unir a tres integrantes que se creen desunidos. El personaje, y el tema principal, es sin embargo uno solo de ellos: Agustín Patiño, que es una pequeña representación de un ejército de personas que buscan pertenecer a un grupo social solo para ser invisibles. Un ejército de personas que buscan ser tan normales, tan poco notorios, que logren pasar totalmente desapercibidos a los ojos de los demás.

Lo interesante es la forma de contarlo. El narrador, un diseñador gráfico que se siente cómodo y exitoso en su posición social, resulta intrigado cuando sus compañeros de trabajo se burlan porque él  y otro compañero (y en la burla se nota que ven a ese otro compañero inferior socialmente) han tenido sexo con la misma compañera de trabajo (y en la burla se nota que a ella también la consideran inferior socialmente). Que esos dos personajes estén unidos por esa misma mujer hace que el narrador se sienta rebajado socialmente cuando lo igualan con alguien que considera (aunque no lo diga así, inferior). Ese es el primer conflicto, que detona el segundo, el conflicto principal: quién es ese compañero que ha visto tanto sin saber nada de él, y por qué Lina también lo escogió. En esa búsqueda termina por descubrir algo entre fantástico e inverosímil, un ejército de gente igual a ese compañero, que buscan una sola cosa, pertenecer a  un grupo social para poder ser invisibles, pasar desapercibidos. Esa es la zona de confort, que se anuncia desde el título. Y que se rompe para todos cuando descubren su inesperada unión.

Este tema, este texto, me hace pensar en las esperanzas (personajes de Cortázar en Historia de Cronopios y de famas). La primera vez que leí ese libro corto lo tomé como un ejercicio de identidad personal, o sea, me pregunté durante un rato largo si yo era un cronopio una fama o una esperanza. Mientras el cronopio es impulsivo, intuitivo y creativo el fama es racional, ordenado y controlador. Las esperanzas en cambio están entre un lado y el otro: «sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas, que hay que ir a ver porque ellas no se molestan». Las esperanzas son entonces como Agustín Patiño y el ejército que representa. Gente que solo quiere pertenecer para pasar desapercibida.

En cuanto a la pregunta que me hice repetidamente hace tiempo creo que yo a veces soy también Patiño (una esperanza), o quiero serlo. Pertenecer es tonto, pero no pertenecer es conflictivo, y a veces, con frecuencia, uno está cansado, y solo quiere que nadie lo vea. Qué extraño que para estar cómodo haya que ser tan activo, en vez de solamente quedarse quieto…a veces también soy cronopio, a veces fama, nunca escojo qué quiero ser, intento navegar las cosas que me abruman y me superan, todos los días, nada más.


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