Editorial Angosta, enero de 2019, segunda edición.
195 páginas
Hace varios años tuve una discusión repetida con un amigo muy cercano: ¿Es mejor ser o parecer? Yo dije que era mejor ser, él dijo que era mejor parecer. Aunque la respuesta de él parezca equivocada yo creo entender de dónde viene: en la sociedad en que vivimos, parecer algo trae más beneficios materiales e inmediatos que ser algo. En este cuento de Ardila se ejemplifica eso. Un personaje con una gran imagen académica y una excelente expectativa laboral comienza su trabajo entusiasmado pensando en lo brillante de su futuro, por andar pensando en eso se distrae cuando el jefe le está haciendo la presentación de su nuevo empleo, y después la distracción es tanta que se da cuenta de que ya se le ha pasado casi toda la mañana e ir a preguntarle al jefe cuáles son sus funciones lo harían quedar como un inepto, por lo tanto le toca fingir, parecer el más eficiente y ocupado.
La estrategia para desarrollar el cuento es partir de esa premisa y alargarla hasta llegar a una conclusión aparentemente inesperada, que sin embargo cierra la idea redonda, porque amplifica esa imagen y esa sensación privada del personaje a toda la sociedad. Esta sociedad (tal vez todas) es una máquina de parecer enorme. El código que utiliza para contarlo es una mezcla entre lo humorístico y lo fantástico, al estilo de muchos cuentos de Cortázar. Eso hace que el cuento se sostenga en el humor, porque con frecuencia roza lo inverosímil; no entiende uno por qué ese personaje no toma las soluciones fáciles y obvias, y en cambio deja crecer esa problemática nube de nada, justo encima de él. El cuento me gusta, aunque a veces me parece predecible, y a veces muy inverosímil, igual me gusta porque ejemplifica bien lo que creo que quiere decir, porque estoy totalmente de acuerdo con lo que dice, y porque el estilo a veces me entretiene, a veces me hace reír y a veces reflexionar, entonces creo que funciona, que logra los efectos buscados.
Mi amigo, con los años, matizó un poco su respuesta del ser y parecer, aunque no recuerdo cuál fue ese matiz, ya pasaron demasiados años y ya no me importa como me importó en aquel entonces. Yo todavía creo que ser es más importante, aunque la sociedad siga siendo esa misma que a veces me hace sentir que soy cada vez menos; y ese amigo, que además de parecer, es, cada vez parezca más, aunque a veces no lo sea. Qué tontería parece todo esto.
¿o qué pensas vos?