Comentario acerca de La casa, cuento de Libro del tedio, de José Ardila

Editorial Angosta, enero de 2019, segunda edición.

195 páginas.

En «Tesis sobre el cuento» Ricardo Piglia afirma que un cuento siempre cuenta dos historias:

La primera historia de este cuento de Ardila es la de un narrador personaje que recuerda con rabia cuando vivía solo con la mamá en una casa grande. Lo recuerda con fastidio porque a esa casa llega la abuela con sus gatos, y no se va, la tía con su coneja, y no se va, los primos con sus divisiones territoriales, y no se van. Y así sucesivamente se desarrolla el cuento. Hasta el final, cuando la abuela muere, llega más gente, y nadie se va. La segunda historia es una referencia histórica a conflictos territoriales colombianos (y universales). Dos novelas que no me he leído también tienen nombres de casas que encierran esos conflictos: La casa grande de Álvaro Mutis y La casa de las dos palmas de Manuel Mejía Vallejo. En unas notas de García Márquez sobre Cien años de soledad el título de esa novela era: La casa de los Buendía. El narrador lo resume así: «el asunto del territorio había ido tejiendo la urdimbre de un conflicto de grandes dimensiones, pero estaba solapado». La tercera historia habla del conflicto existencial de un narrador que ve cómo, mientras pasa el tiempo y llegan más extraños y situaciones extraordinarias, pierde su lugar en el mundo, pues la mamá lo ignora y la casa se la apropian otros sin que él pueda hacer nada para evitarlo.

Me parece un cuento extraordinario. El mecanismo es el mismo de Casa tomada: presenta un lugar y una situación inicialmente cotidiana e inofensiva, que detona un conflicto que crece, reiterando hechos similares pero cada vez más intensos, y es desde la narración de esos eventos sucesivos que se intensifican que el cuento se desarrolla hasta el final. El estilo es similar al de García Márquez por la ilación de eventos cotidianos que cuando se suman descontroladamente terminan por señalar un escenario completamente extraordinario pero verosímil. También por la acumulación de adjetivos y algunas frases sentenciosas sobre el carácter de los personajes [«La tía Doris, con escoba en mano, les declaró la guerra frontal desde ese preciso momento y para siempre»]. El lenguaje es garciamarquiano en ocasiones, cuando usa palabras sonoras y poco comunes como barahúnda, sin embargo en general el lenguaje es sencillo y cercano. Así también sentí el tono (sencillo y cercano). Al usar el narrador-personaje que expresa sus emociones de frustración con calma, y con palabras y frases sencillas, me hizo sentir el texto como algo cómodo y tranquilo, aunque esté narrando un conflicto profundo y complejo.

Yo también siento que no tengo un lugar aunque lo tenga, y también me siento ignorado aunque no me ignoren, y también siento el conflicto de existir, el emocional y material-territorial. Es un conflicto complejo que cada vez crece más y a veces me parece que va a explotar. Pero en cambio se sostiene. La casa del cuento no se derrumba, sigue ahí, pero es una casa-bomba de tiempo.


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