La otra noche lo escuché, entredormido habló de mí: contó un sueño que temí fuera real esa noche. Nombró el color azabache, en nuestro cuarto de niños las camas como espejos. Él se despertó dormido, y vio mi cuerpo cortado, y se vio en los entresijos. Detrás del sueño el soñador al frente de él yo cortado, y en el medio estaba el miedo. Yo le señalé el mirador, para alzarme enfrentó el temor. La pesadilla era oscura y la luna blanca y rara. Con miedo me acercó al borde: ahí fue que desperté: ya no quise que soñara. Mi hermano tiene mi voz tal vez yo tengo la voz de él, el mismo tono en otra piel. Todavía mi vos es su voz, entre los dos somos todos. El sonido se repite, es mi voz la que compite, alejándose del otro que no tiene el mismo rostro pero su vos mi vos viste. Años luego me contó —todavía algo en mi llueve— ese sueño en que yo estuve. Su voz en mí ocultó a la vez que sepultó cualquier amago de miedo. Más que oscuro fue acerado en la blanca pesadilla que por mí no le hizo mella, no fue espada lo contado.
¿o qué pensas vos?