Yo sé que Alheña se fue a vivir al sol para no quemarse de frío conmigo. Cuando viene me trae cuentos espesos sobre cacao y mango. Son espesos porque no me deja entrar del todo en ellos. Ella los dice con palabras hondas que me dejan en el borde.
Alheña vocaliza sus historias con el cuerpo, las contonea enteritas, las hace vibrar desde adentro. Sus recuerdos del cacao son mojados y los del mango son secos: le gustan las contradicciones, los opuestos, las mentiras.
Alheña es negra y no nació sino que apareció en un lugar vaporoso, eso dice. No sabe hablar sin burlarse de mí. Se ríe con todo su aire de mis silencios torpes y mis miedos rápidos. Se burla de mí porque no sé bailar. Pero ella no baila, ella se desnuda de notas, se desdibuja, se vuelve líquida y agria como el mar. Cuando la pruebo me huele a canela, pero me sabe a sal. Yo la miro desde abajo de su cuello largo.
A veces se va y me parece que no existe. Porque solo dice palabras que no soy capaz de creer, hasta que mi nombre le crece en su boca.
¿o qué pensas vos?