El miedo a verme en el espejo

Al contrario de lo que afirman de los vampiros en el espejo, durante mucho tiempo yo he tenido miedo de verme, pero no lo sabía hasta hace poco. Uno tiende a asumir como cierta la superficie, peor aún, uno tiende a asumirla como completa. Lo normal es no pensar que la superficie está principalmente detrás de los ojos y que eso que uno ve es relativo, que está impuesto por otros, con frecuencia por otros unos.

Uno no es lo que quiere, lo que se le da la gana, pero tampoco es lo que cree. Por eso es tan difícil mirarse. Como yo no sabía esto me miraba siempre queriendo ser otro, pensando que ese que estaba ahí era un pasajero extraño, y esperaba lograr verme la próxima vez que pasara enfrente, pero tampoco me veía. Al mirarme en cada espejo me decía que aunque cada cristal es diferente todos coincidían en que se la pasaban esperando. Me sentía montado en un tren que nunca llegaba, que en cada estación dejaba al mismo pasajero diferente, extraño.

A diferencia de las otras veces ahora decidí mirarme. Aceptar que es normal perder diez veces de cada diez intentos, y que es casi inevitable seguirlo intentando. Pero que también es normal acertar una, o dos o más veces. Y eso me sirve para verme diez de cada diez veces. No soy tan ingenuo para creer que yo soy ese, porque un mismo día por la mañana nunca es el mismo día por la mañana. Pero al menos ahora sé que me estoy mirando.


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