Los cuentos en pedazos

La primera vez que escribí un cuento pensé que me había salido de adentro, y eso solo es verdad en parte. Es cierto que no sabía bien lo que estaba haciendo y que me dejé llevar por esa voz de teclas desahogándose. Algo tenía que decir y no iba a estar tranquilo hasta soltarlo, hasta quitarme esa molesta cosquilla del estómago. El primer relato que hice fue un monólogo. Era sobre una persona que no dejaba de hablar de alguien que no sabía bien si era real o si se la estaba inventando, que no sabía de dónde salía ni qué hacer con lo que estaba sintiendo, que solo reaccionaba como una erupción: a fin de cuentas el enamoramiento es eso. No lo hice muy a propósito, quería contarle algo a alguien y me lo conté a mí primero. Cuando intenté repetirlo, pero de otra forma, pero de otro tema, no pude, siempre salía artificioso, forzado (es extraño que para parecer natural haya que hacer tantos trucos).

Después de mucho tiempo y lecturas, discusiones y conversaciones, clases y errores, saqué algo de información que me pareció limpia. Es bastante obvia, elemental, pero habrá muchos que duden como yo dudé, y habrá muchos capaces de demostrarme que todavía estoy equivocado. Concluí que todos los cuentos tienen una premisa (expresa o tácita) y un cierre (abierto o cerrado), para desarrollar la premisa primero se plantea un orden, luego se desordena y al final se llega a un nuevo orden, o se regresa al primer orden. Esa parte de los cuentos viene de afuera, es la guía, el esquema. Pero cuando uno está escribiendo y llega al punto en que al hacerlo siente que se está liberando de algo la guía se pierde, y uno se la pasa persiguiendo la voz en el teclado, esperando que llegue a algún lado; esa es la parte que viene de adentro, en ese choque pasa algo impredecible, que a veces es chispa y a veces es incendio.

Me parece extraño escribir sobre algo que no sé hacer todavía y que no sé si voy a ser capaz de hacer alguna vez. Pero me parece también que intentar escribir es eso, contarse todo el tiempo lo que uno no sabe, repetirlo, borrarlo, modificarlo, guardarlo y olvidarlo; esperar un tiempo a que uno por fin sea otro, y luego regresar a leerse, a ver si uno se gusta y se siente satisfecho con ese que uno ya no es y que realmente no va a entender nunca.


Descubre más desde Felipe Carrillo Alvear

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Comments

¿o qué pensas vos?