El primer problema es sentirse vacío, el segundo problema es sentirse lleno de algo. Cuando no soy capaz de distraerme de una emoción, cuando se repite en diferentes formas como una canción pegajosa, un lugar común o un programa de televisión, sé que algo tengo que hacer. Soy capaz de sentir la necesidad de contar pero no de explicar por qué se repite o se contagia. El sentimiento es preciso como un botón, como hundirse un morado y saber que va a doler, como desamarrarse de una cuerda y dejarse ir. No sé de dónde viene porque yo no elijo casi nada. Las cosas van pasando por mi voluntad hasta un punto en el que creo ser yo el que las tiene tomadas por el mango, sin reconocer que son éstas las que me toman a mí. Entonces, ahora de una forma consciente, le voy poniendo palabras, y lo repito y lo repito y así me lo cuento hasta que se me escapa. Si tiene un buen efecto se empieza a contagiar, y yo ya me siento libre de no sé qué cosa que de dónde salió.
¿De dónde vienen las ganas de decir algo?
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